CRÉDITOS DE LAS ILUSTRACIONES
Todas las ilustraciones son cortesía del autor, a excepción de las siguientes:
1.1., 1.2, 1.3. © Hammond Incorporated, Maplewood, Nueva Jersey.
2.1. Reimpreso con autorización de Simon & Schuster, de The Evolution of Creation: An Introduction to Historical Analysis, de Carroll Quigley. Copyright © 1991 de Carroll Quigley; copyright renovado en 1989 por Lillian F. Quigley.
7.1. Mapa de Ib Ohlsson para Foreign Affairs.
7.2. © 1994 The Economist Newspaper Group, Inc., Reimpreso con autorización. Prohibidas reproducciones posteriores.
8.1. Roger Doyle, © 1995 de U.S. News & World Report.
10.1. De Gary Fuller, «The Demographic Backdrop to Ethnic Conflict: A Geographic Overview», en Central Intelligence Agency, The Challenge of Ethnic Conflict to National and International Order in the 1990's: Geographic Perspectives, Washington, D.C., C.I.A., 1995.
El resto de los créditos aparece junto a las ilustraciones.
* En el capítulo 3 se analiza un argumento paralelo basado, no en el final de la guerra fría, sino en tendencias económicas y sociales que a largo plazo producirían una «civilización universal».
* El uso de «Oriente» y «Occidente» para identificar zonas geográficas es confuso y etnocéntrico. «norte» y «sur» tienen en los polos puntos de referencia fijos universalmente aceptados mientras que «este» y «oeste» no tienen tales puntos de referencia. La cuestión es: ¿este y oeste de qué? Todo depende de dónde estemos. Cabe presumir que, originalmente, «Occidente» y «Oriente» hacían referencia a las partes occidental y oriental de Eurasia. Desde un punto de vista norteamericano, sin embargo, el Lejano Oriente es en realidad el Lejano Occidente. Durante la mayor parte de la historia china, «Occidente» significó la India, mientras que «En Japón "Occidente" normalmente significaba China»: William E. Naff, «Reflections on the Question of "East and West" from the Point of View of Japan», Comparative Civilizations, Review 13-14 (otoño de 1985 y primavera de 1986), pág. 228.
* ¿Qué pasa con la civilización judía? La mayoría de los investigadores apenas la mencionan. Desde el punto de vista numérico, está claro que el judaísmo no es una civilización importante. Toynbee lo describe como una civilización atrofiada que se desarrolló a partir de la civilización siríaca anterior. Está históricamente emparentado con el cristianismo y el islam, y durante varios siglos los judíos mantuvieron su identidad cultural dentro de las civilizaciones occidental, ortodoxa e islámica. Con la creación de Israel, los judíos tienen todos los aprestos objetivos de una civilización: religión, lengua, costumbres, literatura, instituciones y una ubicación territorial y política. Pero, ¿qué hay de la identificación subjetiva? Los judíos que viven en otras culturas se han distribuido a lo largo de un continuo que abarca, desde la identificación total con el judaísmo e Israel, al judaísmo nominal y la plena identificación con la civilización dentro de la cual residen; esto último, sin embargo, se da principalmente entre los judíos que viven en Occidente. Véase Mordecai M. Kaplan, Judaism as a Civilization, Filadelfia, Reconstructionist Press, 1981, originalmente publicado en 1934, esp. págs. 173-208.
* Hayward Alker ha señalado acertadamente que, en el artículo que publiqué en Foreign Affairs, yo «rechazaba por definición» la idea de una civilización mundial al definir la civilización como «el agrupamiento cultural humano más elevado y el grado más amplio de identidad cultural que tienen las personas, si dejamos aparte lo que distingue a los seres humanos de otras especies». Por supuesto, ésta es la forma en que la mayoría de los estudiosos de las civilizaciones han utilizado ese término. En este capítulo, sin embargo, suavizo esa definición para permitir la posibilidad de que pueblos de todo el mundo se identifiquen con una cultura planetaria distinta que complemente o sustituya a las civilizaciones en sentido occidental, islámico o sínico.
* El vínculo entre poder y cultura es casi universalmente ignorado por quienes sostienen que está apareciendo, y que así debe ser, una civilización universal, así como por quienes sostienen que la occidentalización es un requisito previo para la modernización. Se niegan a reconocer que la lógica de su argumento les exige sostener la expansión y consolidación de la dominación occidental del mundo, y que, si a las demás sociedades se les deja libres para decidir sus propios destinos, darán vigor nuevo a viejos credos, hábitos y prácticas que, según los universalistas, son enemigos del progreso. Sin embargo, quienes cantan las bondades de una civilización universal no hacen otro tanto, por lo general, con las bondades de un imperio universal.
* Algunos lectores puede que se pregunten por qué va con mayúscula «Resurgimiento» en la expresión «Resurgimiento islámico». La razón es que se refiere a un acontecimiento histórico sumamente importante que afecta a una quinta parte o más de la humanidad, lo que al menos es tan trascendental como la Revolución americana, la Revolución francesa o la Revolución rusa, cuyas «erres» van por lo general en mayúsculas, y que es semejante y comparable a la Reforma protestante en la sociedad occidental, cuya «R» se pone casi invariablemente con mayúscula.
* Se traduce así la expresión rusa «blizhnee Zanbezhe», que significa «extranjero próximo». La usan para referirse a sus socios de la Comunidad de Estados Independientes (CEI). El autor la usa luego, por extrapolación, para otros países y zonas.
* El resultado de las cuatro votaciones fue el siguiente:
Primera Segunda Tercera Cuarta
Pekín 32 37 40 43
Sydney 30 30 37 45
Manchester 11 13 11
Berlín 9 9
Estambul 7
Abstenciones 1 1
Total 89 89 89 89
* La obra de Raspail Le Camp des Saints se publicó por vez primera en 1973 (París, Éditions Robert Laffront) y salió a la luz en una nueva edición en 1985 cuando la preocupación por la inmigración se intensificó en Francia. Cuando la inquietud creció en los Estados Unidos, Matthew Connelly y Paul Kennedy, en 1994, llamaron la atención sobre la novela de forma espectacular en «Must It Be the Rest Aginst the West?», Atlantic Monthly n. 274 (diciembre de 1994), págs. 61 y sigs., y el prefacio de Raspail a la edición francesa de 1985 fue publicado en inglés en The Social Contract n. 4 (invierno de 1993-1994), págs. 115-117.
* Se debe señalar que, al menos en los Estados Unidos, existe una confusión terminológica con respecto a las relaciones entre países. Se piensa que son «buenas» las relaciones amistosas, de cooperación; y «malas», las relaciones hostiles y antagónicas. Este uso combina dos dimensiones muy diferentes: lo amistoso frente a lo hostil y lo deseable frente a lo no deseable. Traduce el supuesto genuinamente estadounidense de que la armonía en las relaciones internacionales es siempre buena, y el conflicto, siempre malo. Sin embargo, la identificación de las buenas relaciones con las relaciones amistosas sólo es válida si el conflicto nunca es deseable. La mayoría de los estadounidenses consideró «bueno» que el gobierno de Bush hiciera «malas» las relaciones estadounidenses con Irak y le declarara la guerra por la cuestión de Kuwait. Para evitar la confusión acerca de si «bueno» significa deseable o armonioso y «malo» no deseable u hostil, usaré «bueno» o «malo» sólo en el sentido de deseable y no deseable. Resulta interesante, aunque causa perplejidad, que los estadounidenses apoyen en su sociedad la competencia entre opiniones, grupos, partidos, sectores de la administración, empresas. Por qué los estadounidenses creen que el conflicto es bueno dentro de su propia sociedad y, sin embargo, malo entre sociedades es una cuestión fascinante que, hasta donde se me alcanza, nadie ha estudiado a fondo.
* Ninguna afirmación de mi artículo de Foreign Affairs atrajo más comentarios críticos que el siguiente: «El islam tiene unas fronteras sangrientas». Emití este juicio basándome en un análisis somero de conflictos entre civilizaciones. Las pruebas cuantitativas derivadas de fuentes imparciales demuestran de forma concluyente su validez.
* En una predicción que puede ser correcta, pero que en realidad no está apoyada por su análisis teórico y empírico, Quigley concluye: «La civilización occidental no existía hacía el 500 d.C.; existió en todo su esplendor hacia el 1500 d.C., y seguramente dejará de existir en algún momento del futuro, quizá antes del 2500 d.C.». Nuevas civilizaciones en China y la India, dice, que reemplazarán a las destruidas por Occidente, entrarán entonces en sus fases de expansión y amenazarán tanto a la civilización occidental como a la ortodoxa. Carroll Quigley, The Evolution of Civilizations: An Introduction to Historical Analysis, Indianápolis, Liberty Press, 1979 (publicado por primera vez por Macmillan en 1961), págs. 127, 164-166.